Punto Forrajero

PUNTO FORRAJERO

  La producción ganadera en la Patagonia Húmeda basa su alimentación en las praderas, lo que le confiere la condición de un sistema “pastoril”, con un uso mínimo de insumos externos (como granos, concentrados u otros subproductos). El principal recurso pratense corresponde a praderas naturales o naturalizadas y, en una menor proporción, en praderas mejoradas y sembradas. La productividad y la calidad nutritiva de las praderas son variables, dependiendo de las especies forrajeras que la conforman, de las condiciones climáticas locales, disponibilidad de agua, fertilidad del suelo, utilización y manejo. 

  Todas las praderas presentan una marcada estacionalidad, caracterizada por altas tasas de crecimiento a fines de primavera y principios de verano, las que pueden decaer rápidamente hacia fines de verano, y son nulas durante el invierno. La duración e intensidad del período crítico de verano está relacionada con las condiciones de déficit hídrico estival.

  El crecimiento de las praderas sólo es posible desde septiembre/octubre a marzo/abril. De esta forma, hay entre 4 y 6 meses, en que las plantas no crecen y, por lo tanto, no aportan forraje para el ganado. Este receso es menor en las zonas más cercanas a la costa (climas más templados) y más prolongado en las zonas orientales de la región de Aysén (climas más fríos). 

  Es fundamental que los animales dispongan de suficiente alimento todo el año. Por una parte, es necesario ajustar la carga animal respecto a la oferta de forraje, sincronizando los eventos de mayores requerimientos de los animales con la mayor oferta forrajera aportada por la pradera. Sin embargo, frente a las características de crecimiento de las praderas regionales, resulta fundamental que los ganaderos conserven suficiente forraje para los periodos críticos de crecimiento. Los métodos de conservación van desde el heno en pie hasta la cosecha de forraje mediante el corte, conservación y almacenamiento como heno, henilaje o silo.

  Tradicionalmente, la escasez de forraje invernal ha condicionado la ganadería de Aysén a ser altamente estacional, lo que tiene consecuencias sobre la comercialización de sus productos. Sin embargo, los trabajos realizados por INIA Tamel Aike en las últimas dos décadas han demostrado que es posible mejorar la base forrajera de los sistemas ganaderos mediante la incorporación de tecnología, permitiendo disminuir dicha estacionalidad: corrigiendo parámetros de fertilidad de suelo o bien estableciendo nuevas praderas, en base a especies forrajeras de alta producción y calidad nutritiva, junto con una fertilización y método de utilización adecuado. 

  Al aumentar la producción de forraje durante el período de crecimiento, también será factible conservar mayor cantidad de forraje para el invierno. Otra alternativa es el uso de cultivos suplementarios estratégicos, como las brásicas y los cereales. Estos corresponden a cultivos que generan una producción en términos de volumen, valor nutritivo y época de utilización que complementan la producción de la pradera. 

  Las zonas de mayor potencial productivo de forraje en Aysén corresponden a las denominadas zonas intermedia y húmeda. En estas zonas, las condiciones agroclimáticas presentan mayores niveles de pluviometría y una mejor distribución de la misma, lo que permite una dinámica de crecimiento generalmente más activa. En estas zonas adquiere mayor relevancia el ganado bovino de carne. 

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